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¿qué me trajo hasta acá?

«VIAJO PARA TRANSFORMARE, PARA AYUDAR A OTROS A TRANSFORMARSE, PARA POCO A POCO IR TRANSFORMANDO AQUÉLLO QUE RECLAMA SER TRANSFORMADO»

SALIR DEL CEMENTO

Mi cuerpo no resistió el cemento y me exigió ir en busca de las piedras en bruto, de las aguas que bajan desde vertientes en altura, de sentir la frescura de la tierra y toda su protuberante vida encarnada en tanta fauna y flora. 

Un espíritu que añora volver a sentirse exhausto luego de horas y horas de ascenso a pie para llegar a algún pueblito rural enclavado en los más ocultos cerros, nos exige volvernos caminantes, descubrir nuevos senderos, reagrupar nuestras fuerzas, sortear la próxima aventura.

Me muevo en escenarios rurales de altura. ¿Mi preferencia? La montaña, los arroyos corriendo entre piedras, los sitios con historia, las tramas orales de saberes que se tejen de antaño.

APRENDER VIAJANDO

Soy una persona curiosa, y mientras no viajé, por mucho tiempo indagué los rincones más distantes del planeta por medio de la lectura.

En esa etapa, los libros fueron una compañía importante en mi sed de conocimientos y expansión hacia nuevas versiones de la realidad.

El interés por los fenómenos sociales y las riquezas y sutilezas de las culturas humanas me llevaron a las ciencias sociales. En 2015 terminé la Licenciatura en Sociología. 

Tal vez tarde, como quien descubre que lo que buscaba no habita vivo en las letras mudas de las estanterías de las bibliotecas, sino en las calles, en los puentes, en los montes, en las quebradas y desiertos, en lagunas, en las costas marinas, en las praderas. 

Por eso convertí mis anhelos de seguir siendo un aprendiz irremediable con la entrañable pasión de ser un caminante sin rumbo demasiado cierto, pero con un propósito muy claro, vivir bien

Y comenzar a caminar para compartir esos saberes, tradiciones y sabiduría que sólo se alcanzan sumergiéndonos tierra adentro. 

 

PISAR EL BARRO

En 2017, me introduje en la Antropología Social, pero ya no soportaba estar sentado horas leyendo sobre culturas lejanas y de otro tiempo.

Quería salir al ruedo y encontrarme con la experiencia de vida de esos espíritus que lucen sus cuerpos bajo las modas más dispares, yuxtaponer los paradigmas que se habitan en cada territorio, aprender a caminar la tierra y comprender sus signos y secretos compartiendo los días con tanta gente que aún guarda esos saberes teñidos de tradición, de costumbres de campo.

Mi aventura comienza en el norte argentino, en Jujuy. La Quebrada de Humahuaca fue atrapándome hasta finalmente no dejarme opción: estando en el llano de Buenos Aires, mi cuerpo me exigía volver a los cerros, mis pies querían pisar la tierra. 

Senderos Ancestrales es el resultado de años de idas y venidas a diferentes comunidades rurales por caminos de huella; y un anhelo de seguir abriendo caminos. Esta vez, más allá de las fronteras nacionales, y en compañía de caminantes que buscan superar sus límites. 

PISAR EL BARRO

En 2017, me introduje en la Antropología Social, pero ya no soportaba estar sentado horas leyendo sobre culturas lejanas y de otro tiempo.

Quería salir al ruedo y encontrarme con la experiencia de vida de esos espíritus que lucen sus cuerpos bajo las modas más dispares, yuxtaponer los paradigmas que se habitan en cada territorio, aprender a caminar la tierra y comprender sus signos y secretos compartiendo los días con tanta gente que aún guarda esos saberes teñidos de tradición, de costumbres de campo.

Mi aventura comienza en el norte argentino, en Jujuy. La Quebrada de Humahuaca fue atrapándome hasta finalmente no dejarme opción: estando en el llano de Buenos Aires, mi cuerpo me exigía volver a los cerros, mis pies querían pisar la tierra. 

Senderos Ancestrales es el resultado de años de idas y venidas a diferentes comunidades rurales por caminos de huella; y un anhelo de seguir abriendo caminos. Esta vez, más allá de las fronteras nacionales, y en compañía de caminantes que buscan superar sus límites. 

Vivir bien

En el año 2008 inicié el camino del Reiki. Se me abrió un mundo palpablemente nuevo, al que sólo teníamos acceso por medio de historias de culturas lejanas, «orientales», como esas leyendas que nos hablan de proezas humanas y tesoros perdidos.

Reliquias ahora renacidas, llenas de vitalidad, a la vez quietud y experiencia. 

Llegado el 2020, me inicié como practicante de QiGong (escuela Zhineng), otro salto cualitativamente grande en mi tránsito personal. 

Voy descubriendo que nuestro potencial para sanarnos es inagotable, aunque aún difÍcil de concebir para nosotros, a menudo  tan «racionales», «occidentales».

Mi búsqueda tiene que ver con el desarrollo de estas facultades, adormecidas por siglos de cazas de brujas y miopías religiosas.

Es hora de salir al mundo con las manos abiertas y la mente atenta a todo el saber oculto que no pudimos ver ni valorar durante siglos.

Te invito a que nos lancemos a la intrigante aventura de buscar esas fuentes, en una convivencia directa con ellas.

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